por Flavio Giacomino (*)

Todos nos acordamos dónde estábamos cuando Maradona hizo “el gol del siglo” a los ingleses en el Mundial de Fútbol de México´86. Los que lo vivimos, llevamos ese recuerdo imborrable toda la vida. El partido contra Inglaterra, en una etapa de eliminación, no era uno más. Con el recuerdo reciente del conflicto de Malvinas, para los argentinos el partido tenía mucho de revancha y la posibilidad de olvidar al menos por un rato esos fríos meses de guerra y muerte. Y hacía crecer la ilusión de salir campeones del mundo, dejando en el camino a una potencia y seria candidata al título.

Para muchos, ésto puede ser un hecho menor. Pero para un grupo de pibes de 17 años, cursando el quinto año de la secundaria, a punto de vivir en semanas su viaje de egresados a Bariloche, apasionados por el fútbol que jugaban juntos desde siempre en el patio del colegio, mirar juntos Argentina – Inglaterra fue una experiencia única. Más si al partido lo vieron en Santa Rosa de Calamuchita, en la Casa del Encuentro del Sagrado donde compartimos tantos viajes, y que esa vez nos encontró a todos juntos cantando, sufriendo y alentando frente a un humilde televisor. Y mucho más si el que estaba al lado nuestro compartiendo el momento era el Padre Bruno, gran futbolero como nosotros y ferviente hincha de Boca. 

Con la alegría de la finalización del partido, teníamos ganas de abrazar a todo el mundo, a nuestras familias, imaginando a la ciudad que salía a la calle a festejar y brindar. Pero estábamos solos en el medio de las sierras, en nuestra Casa del Colegio.

Un grupo de amigos de toda la vida junto a su gran amigo en común: el padre Bruno, que festejó “el gol del siglo” con la misma pasión que nosotros, con la misma pasión con que vivía y ponía el cuerpo en todo lo que hacía. Con esa pasión contagiosa y admirable que a veces emocionaba, como ese partido de Argentina que compartimos con nuestro gran amigo Bruno.

(*) Flavio Giacomino es exalumno del Colegio Sagrado Corazón de Rosario, promoción 1986