La sorpresa de Calamuchita
por Gustavo Diaz (*)
Muchas veces Bruno se manifestó como un verdadero regalo de Dios.
En un tiempo, algunos cursos de la primaria organizaban un viaje a la casa de Santa Rosa de Calamuchita donde viajaban solo los padres con sus hijos varones durante un fin de semana. Los papás coordinaban las compras, las comidas, los paseos, la limpieza y los chicos se ocupaban de jugar y compartir, consolidando sus vínculos.
Uno de esos encuentros estaba saliendo todo según lo programado, la relación con los chicos y la convivencia eran excelentes, pero faltaba un momento espiritual. En esos viajes también se vivía una linda relación con Dios, encontrándolo en la naturaleza y en el compartir, pero hacía falta alabarlo y rezar en comunidad.
Una tarde, estábamos pensando en viajar al pueblo para buscar un sacerdote y en ese momento, entre las cabañas, apareció Bruno que llegaba de viaje. Nos miramos unos a otros, sabiendo que era un regalo de Dios para nosotros. Nunca se supo si él sabía de esa convivencia o fue de casualidad, porque era común que viajara a la Casa para supervisar las obras que se hacían en el predio, aunque sea por dos días.
Ese día pudimos celebrar la Misa en la capilla, pequeña y acogedora, donde no había forma de distraerse, con esos chicos y sus padres sentados en semicírculo alrededor del altar, alrededor de Bruno.
Y él, que conocía profundamente a cada niño y también nos conocía a sus papás, pudo oficiar una misa espléndida, regalando un encuentro espiritual que se disfrutó en familia. Todos atentos, el cura nos hablaba a cada uno de nosotros, casi en intimidad. Así, algunos que éramos exalumnos del colegio, pudimos redescubrir a Bruno en otra etapa de nuestra vida.
Ese era el Padre Bruno, así lo recordamos. Cuando éramos adolescentes, como Rector fue el sacerdote que con su sola presencia imponía el mayor de los respetos y a la vez era cálido y cercano. Años más tarde, en nuestra etapa adulta, se convirtió en el cura que, conociendo a nuestros hijos, nos acompañó y guió en nuestro camino de paternidad.
(*) Gustavo Diaz es exalumno del Colegio Sagrado Corazón de Rosario, promoción 1983