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Una montaña de papeles y fotos

por Mariana Montaña (*)

Comencé a trabajar en Casa Provincial (en Alsina y Piedras, en la ciudad de Buenos Aires) en el mes de febrero del año 1999. El padre Gaspar me mostró el lugar y me asignaron una computadora en una oficina para ir ordenando los archivos de lo que en ese momento era la Provincia. Ni bien abrió la puerta del lugar, me asusté: la mesa central de la oficina se encontraba tapada de papeles, cartas, fotografías, paquetes sin abrir, monedas, estampas, hojas oficio en blanco, sobres papel madera. Y eso era solo lo que podía ver, por debajo se vislumbraban más documentos. El padre me dijo: "Esto es de Bruno, lo vas ordenando cuando puedas". Los días siguientes puse manos a la obra, sin haber visto al padre Bruno aún. Estaba frente a pequeños tesoros que acomodé con cuidado en diversas pilas. Pedí cajas, fuimos guardando allí lo más importante. Creo que bajo la última hilera de hojas sueltas me encontré con un chocolate perfectamente conservado, cerrado, de esos que tienen el papel madera por fuera y el metálico cubriendo la porción. Lo dejé en un lugar especial, me aguanté la tentación de la gula. Hasta que un día llegó el padre Bruno, a la vuelta de su nombramiento luego de pasar unas semanas en Roma. Entró a la oficina y realizó uno de sus típicos saludos: "Marianita, ¿qué pasó acá?" Le fui comentando dónde estaba cada cosa, especialmente las fotos y tarjetas que muchas personas le iban entregando. Nunca pude saber si le gustó el modo en que ordené las cosas, fue muy amable dándome las gracias por la tarea y regalándome... un chocolate que encontró por ahí. Cada vez que veo uno de esos chocolates, misma marca y sabor, me acuerdo de Bruno y su particular manera de ordenar las cosas.

 

En aquel archivo me tocó ordenar muchas fotografías, la gran mayoría reflejaban el momento histórico de Betharram en Argentina. Bien sabido es que el padre Bruno siempre fue un avanzado en materia de tecnología: le gustaban las cámaras de fotos, las de video, los micrófonos, algo de música también. Pero las cámaras "reflex", los rollos, los negativos, los álbumes... eran su pasión. Para ordenar tenía fotos de Catamarca, de Santiago del Estero, del antiguo seminario en Adrogué, del castillo de Coronado, había una historia documental ahí, me podía quedar mirando horas y recordando a muchos de los sacerdotes franceses que conocí en mi infancia. En muchos casos me dediqué a rotularlas, discutíamos el año y el mes, o quiénes estaban en la foto. Me aprendí de memoria nombres de religiosos que no había conocido, pero que eran protagonistas en el crecimiento del "Aquí estoy" en la región. Todo gracias a las fotos de Bruno.


Unos meses después, otro empleado de la Congregación le sugirió a Bruno comprar un scanner. Estamos hablando del año 2000, debo explicar que el scanner venía separado de las computadoras y tenía su propio software, en general en inglés. Bruno lo mandó comprar, lo instalaron, busqué la manera de aprender a usarlo porque Bruno y Gaspar hablan muchos idiomas, pero no el inglés. Ahí llegó el pedido, de esos que una secretaria sufre al escuchar: "¿y si escaneamos las fotos?". Les aseguro que había cerca de cinco mil imágenes en papel, algunas en álbumes, algunas sueltas en cajas de archivo. Tomé aire y comencé con las que me parecieron más noticiables. Algunas de las imágenes que veo en este sitio web, fueron escaneadas por mí en esa oficina de los años 2000. Las veo y no dejo de pensar en lo que haría Bruno con un smartphone!

Y hablando de papeles, recuerdo que participé de la misión a Catamarca en el año 1997. Bruno llevaba adelante la organización con muchos laicos y contaba con que algunos jóvenes le ayudemos en el orden y la administración. La gestión de tamaña tarea —en épocas sin internet y con apenas un teléfono de línea en el pueblo de 150 habitantes— la realizaba el propio padre Bruno a bordo de su camioneta y con su infaltable carpeta verde foliada con elásticos. Años después supe que la trajo de Europa, ahora se suelen ver más por aquí, de esas donde uno guarda los impuestos, o los contratos. Esos folios estaban separados por comunidades: "Dolores"; "Polcos"; "Pozo del Mistol"; etc. Nos permitía escribir cartas a nuestros compañeros alojados en otro de los pueblos, se la pasaba yendo y viniendo con correspondencia, a veces con las facturas de pago, con dinero para las compras, con regalitos para algún conocido. Todo entraba ahí, los elásticos estaban por explotar pero cada vez que llegaba Bruno a la puerta de la escuela donde nos alojábamos, éramos felices de verlo bajar de la camioneta con su carpeta foliada verde.

(*) Mariana Montaña fue secretaria provincial entre los años 1999 y 2004, en Buenos Aires, Argentina